Día 365+334
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Como
lo he comentado en otras entradas anteriores, las mujeres y los hombres vivos
el despertar sexual de maneras diferentes, porque esto al no ser sólo un acto
meramente carnal y mecánico, sino al estar envuelto en una atmósfera
psicológica, social y hasta económica,
hace que ellas en especial sean susceptibles a una mayor complejidad al
respecto, por el hecho de que las mujeres tiene que ser penetradas, diría
Simone de Beauvoir todas sufrimos una especia de violación –violencia- con el
acto mismo.
“[…] La
homosexualidad de la mujeres en una tentativa entre otras, para conciliar su
autonomía con la pasividad de su carne. Y, si se invoca a la Naturaleza, puede
decirse que toda mujer es naturalmente homosexual. La lesbiana se caracteriza,
en efecto, por su rechazo del varón y su gusto por la carne femenina; pero toda
adolescente teme la penetración, la dominación masculina y experimenta cierta
repulsión con respecto al cuerpo del hombre […]”(p.347)
Así que si pensamos que la homosexualidad es una
tentativa con respecto a lo que vivimos las mujeres corporalmente, y si creemos
que las adolescentes temen a la penetración o dominación masculina, podríamos
entender la afirmación del título, que todas las mujeres somos naturalmente
homosexuales por este temor adolescente a la violencia masculina, y por ello se
suele elegir al lesbianismo.
Esta es una explicación al lesbianismo, que no
necesariamente debemos estar de acuerdo, pero que si lo pensamos detenidamente
podemos decir que es una elección nacida desde la violencia, y que dicha
tentativa no es detestable si lo que se busca es salir del modelo del machismo.[1]
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