sábado, 30 de noviembre de 2013

La contrariedad de los padres

Día 365+263
Comentando lo que me despierta la lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.





Dicen que para ser padre no existe instructivo alguno en donde se nos diga que hacer, que no hacer, como actuar, que responder, que mostrar, a qué edad sí y en cual no, etc. Así que cada persona que se inicia en el cuidado de un hijo, su educación y abastecimiento de todo lo necesario, empezamos en un camino que puede resultarnos fácil al inicio, pero con el paso del tiempo los problemas empiezas a aparecer, y la cosa ya no resulta tan sencilla como se creía. Tal vez tampoco es que sea lo más complicado del mundo, pero en la rutina las cosas se hacen monótonas y estresantes, y hasta lo más sencillo puede convertirse en algo complicado. Aun así, y por más que digan que no hay instructivos para ello, creo que sí hay algunas cosas que son de sentido común (como el no golpear a un hijo, aunque hay padres que parecen no tener este sentido) y algunas otras que los especialistas psicólogos nos pueden ayudar, por ejemplo el cómo explicar la muerte, de un familiar cercano.



“[…] La magia de la mirada adulta es caprichosa; el niño finge ser invisible, sus padres entran en el juego, lo buscan a tientas, ríen, y luego, bruscamente,  declaran: “nos aburres; no eres invisible.” Una frase del niño ha hecho de gracia, y él la repite: esta vez los adultos se encogen de hombros. Es ese mundo tan incierto e imprevisible como el universo de Kafka, se tropieza a cada paso […]” (p.209)



Pero algunos padres parece que no se interesan, mucho menos se preocupan, por lo que hijos necesitan en cada etapa de su desarrollo y es muy probable que esto sea también con ellos mismos. Dicen que uno no puede dar lo que no tiene, así que yo como mamá, por ejemplo, si no tengo claro qué es lo que implica para mi un regaño o castigo, algo que yo misma me impondría, mucho menos lo podré tener claro para con mi hijo. Otro ejemplo podría ser que si alguien no controla su coraje y desenfreno ante los problemas, tampoco lo podrá hacer con su hijo, y mucho menos debería exigir esto a el hijo, pero es aquí precisamente en donde se da la contradicción de la que habla la cita, cuando el padre hace creer a un hijo que algo es agradable o correcto, y a la vuelta de la esquina le cambia la jugada, el hijo siente la contrariedad y no lo seguridad. Así que primero debemos los padres pensar cómo actuamos para poder luego actuar con lógica ante los hijos. ¿Qué opinan padres?[1]










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