Día 365+208
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Por suerte ya no es común, como en algún tiempo, donde
los hombres, en relación a los bienes que adquirían durante el matrimonio, eran
puestos todo a sus nombres, y como la mujer era sumisa y se dedicaba sólo al
hogar, no eran en realidad dueñas de nada; cuando el esposo moría, y si había
hijos varones, ellos eran los que pasaban a disponer de los bienes materiales,
en muchas ocasiones la madre no era considerada más que para firmar. Y si nos
vamos a las cuestiones de educación con los hijos las cosas no variaba mucho,
ellas eran sólo las que los parían, los lactaban, limpiaban y alimentaban pero
cuando había que tomar alguna decisión importante el padre es el que tenía la
última palabra.
“[…] De modo
que el hombre no aceptara compartir con la mujer sus bienes ni sus hijos.[…]”
(p. 80)
En una sociedad machista esta es la regla para todo
matrimonio, pero por suerte, esto ya no es siempre así. Aún así no podemos
negar que esto es algo que se vive y que hace que las mujeres estén sumergidas
en una plano inferior en la escala familiar, son ignoradas y humilladas. Con el
paso de los años, cuando ya son ancianas regularmente, no creen ellas o sienten
que tengan una vida propia, sino desean con todo su corazón morir, ya no le
encuentran sentido a vivir, ya que nunca tuvieron un rumbo propio sino una vida
para los otros, olvidándose de ellas mismas.[1]
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